jueves, 19 de noviembre de 2015

Los niños y la muerte. Dra. Elisabeth kübler Ross


imagen de la red

Querida doctora Ross: 

Siempre que ha aparecido en televisión la he escuchado con sumo interés. Me parece que es usted la única persona que conozco que tiene convicciones tan arraigadas como yo. 

Tengo dos nietos. El mayor está muy próximo a mí, en un sentido espiritual. Los quiero a ambos por igual, no me malinterprete. El mayor, Jonathan, viene a mi cama y hablamos de mil cosas. 

No hace mucho que cumplí setenta años, y desde hace poco más de dieciocho meses ese crío me acaricia las arrugas —¡no muchas!— y los hombros y me dice: "Qué suave, abuelita, no pasa nada porque seas vieja". 

Un día tuvimos esta conversación: »—¿Serás un ángel cuando mueras, abuelita?—Eso espero. »—¿Verdad que la gente no puede ver a los ángeles? —No.—Podrías morirte ahora, abuela, así podrías estar siempre conmigo. 

Hemos hablado de lo que haremos cuando no tengamos que preocuparnos por nuestros cuerpos. Les dije a los dos que no quiero una lápida; sólo un árbol con flores bonitas y un recipiente con agua y comida para los pájaros. 

¡Ahora los dos tratan de escribir " Abuelita" con su mejor letra para ponerlo en el plato! Todo es muy alegre. Al fin y al cabo, es un "plan divertido". 

El mayor dice: "Los demás pensarán que te has ido; ¡pero yo sabré lo que pasa!". 

Como puede imaginarse, le dije que se lo explicase a su hermanito, e incluso a su mamá y a su papá, para que no se pusieran tristes. 

Todo eso pasó hace casi dos años. »El mismo día en que usted habló sobre la muerte, los niños y el arco iris, recibí esta postal. 

[La postal es un dibujo de un arco iris que desciende sobre una fuente de oro, en una casa rodeada de flores y pájaros.] 

No se trata de su propia muerte. Incluso ha olvidado la mía, pero inconscientemente todo eso está en la postal que me hizo mi nieto. Está mi arco iris, mis flores para los pájaros, y al mirar la esquina, me brillan los ojos: una fuente de felicidad está en mi casa. 

Eso es lo que significo para él ahora, aunque la felicidad también significa que la angustia de la separación ha desaparecido.

Espero que esta carta no sea demasiado larga, pero también yo sé, y he tenido el maravilloso privilegio de poder transmitir este conocimiento.

pdf Los niños y la muerte. Dra. Elisabeth Kübler Ross

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