viernes, 16 de noviembre de 2018

Última composición antes de morir





El débil cuerpo agonizando lento,
el alma fuerte y la razón segura,
oigo cavar mi humilde sepultura,
término y fin a tanto sufrimiento.
Ya de la muerte las caricias siento;
su beso frío, su mirada dura:
se desmorona la materia impura
al soplo helado de su helado aliento.
Cansado de luchar, sin esperanza,
sin fe, sin ilusión, mi estéril vida,
juguete vano de la aciaga suerte,
paso tras paso hacia su fin avanza.
¿A qué más retardar esta partida?
¡Si al cabo has de venir, ven pronto, muerte!

Vicente Ruiz Llamas (1866-1991)

viernes, 9 de diciembre de 2016

LA DAMA DEL ALBA



La dama del alba es una obra de teatro del dramaturgo español Alejandro Casona.

Ambientada en la Asturias rural, se centra en las vivencias de una familia desolada por la muerte de Angélica, una de las hijas. La madre no ha podido superar la desaparición de la joven y ello afecta al día a día del resto de los hijos y del Abuelo. Un día aparece por la casa una peregrina, que lo cambiara todo.


miércoles, 28 de septiembre de 2016

ESQUILO


Esquilo (en griego antiguo: Αισχύλος, Aischýlos; Eleusis, 525 a. C.-Gela, 456 a. C.) fue un dramaturgo griego. Predecesor deSófocles y Eurípides, es considerado como el primer gran representante de la tragedia griega.1

Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Eleusis. Pertenecía a una noble y rica familia deterratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas.

Muerte y su predicción

Poco antes de su muerte, el oráculo le vaticinó que moriría aplastado por una casa, por lo que decidió residir fuera de la ciudad.

Curiosa, y trágicamente, falleció al ser golpeado por el caparazón de una tortuga, que fue soltado por un quebrantahuesos desde el aire. Wikipedia


lunes, 12 de septiembre de 2016

ATILA, REY DE LOS HUNOS




Atila, rey de los Hunos

Uno de los personajes históricos más malvados. La armada de Atila había conquistado toda Asia en el 450 d.C (desde Mongolia hasta Rusia) destruyendo y robando todo lo que encontraban a su paso.

En el 453 d.C, Atila se casó con una joven llamada Ildico. A pesar de su reputación en el campo de batalla, solía comer y beber poco en los grandes banquetes.

En su noche de bodas, hizo una excepción comiendo mucho y emborrachándose. En un momento de la noche, su nariz empezó a sangrar pero estaba demasiado borracho para darse cuenta. Se ahogó en su propia sangre y fue encontrado muerto la mañana siguiente.



viernes, 9 de septiembre de 2016

MORIRÁS


“Séneca, porque siendo ya muy viejo y teniendo el cuerpo muy enflaquecido con la larga abstinencia despedía muy lentamente la sangre, se hizo cortar también las venas de piernas y tobillos… Y sirviéndose de su elocuencia hasta en aquel último momento de su vida… dictó muchas cosas”.

“…Durándole todavía el espacio y dilación de la muerte, rogó… que le trajesen el veneno ya de antes prevenido, que era el que solían dar por público juicio los atenienses a sus condenados… Y lo tomó, aunque sin ningún efecto, por habérsele ya resfriado los miembros, y cerrado las vías por donde pudiese entrar la violencia en él. A lo último, haciéndose meter en el aposento donde había un baño de agua caliente, y rociando con ella a sus criados que le estaban más cerca, añadió: “Este licor consagro a Júpiter liberador”. Metido de allí en el baño, y rindiendo el espíritu con aquel vapor, fue quemado su cuerpo sin pompa o solemnidad alguna, como antes lo había ordenado en su codicilo”

"Morirás. Esto es naturaleza del hombre, no pena. 

Morirás. Derecho es de las gentes volver lo que recibiste. 

Morirás. Peregrinación es la vida; cuando hayas caminado mucho es forzoso volver. 

Morirás. Entendí decías alguna cosa nueva. A esto vine, esto hago, a esto me llevan todos los días. La naturaleza en naciendo me puso este término, ¿qué tengo de poderme quejar? A esto me obligué. 

Morirás. Necedad es temer lo que no puede estorbarse. Esto no lo evita quien lo dilata. 

Morirás. Ni el primero ni el postrero. Muchos murieron antes de mí, todos después. 

Morirás. Este es el fin del oficio humano. ¿Qué soldado viejo se enojó de que le licenciasen? 

Adonde va el mundo voy yo. ¿Pues ignoro yo que soy animal racional mortal? Con esta condición se engendra todo. Lo que empezó se acaba. 

Morirás. ¿Por qué es molesto lo que se hace una vez? Conozco el caudal por ajeno, no por mío. 

Finalmente yo hice este concierto con el acreedor de que no puedo quejarme. 

Morirás. Mejor lo hicieron los dioses, pues nadie me puede decir que moriré que no sea mortal".

Séneca



lunes, 5 de septiembre de 2016

LA MUERTE DE FELIPE II






FELIPE II DESPACHA EN EL ESCORIAL .

Felipe no quiere abandonar las riendas del Estado. Hasta el último momento cuidará de los más mínimos detalles, y cuando sus manos ya no tengan ni fuerza ni forma para escribir, hará firmar a su hijo no sin antes haber leído el texto por lo que faltase o por lo que sobrase. 

Y aún va y viene de Madrid a El Escorial, de Madrid a Toledo. Y en Madrid pasa su último invierno cargado de dolores, de angustias y de miserias, creyendo todos que va a morir de un momento a otro. Todos menos él, que quiere morir en San Lorenzo. Y cuando, próximo ya el otro verano, empieza a hablar de marchar de nuevo, los médicos se lo prohíben y Cristóbal de Moura, de rodillas, le ruega que no lo haga. 

Pero la voluntad de Felipe es lo único que lo mantiene en pie y el 30 de junio de 1598 emprende la marcha hacia El Escorial, más larga que ninguna, más penosa que todas juntas. 

Siete días de camino en el interior de una silla de manos, creyendo todos que va a morir a cada paso. 

El 6 de julio llegaron al monasterio. Felipe se sintió mejor y el día de santa Magdalena quiso que lo llevaran a ver todos los rincones de su monasterio. Felipe, el arrepentido, escogió el día de la santa arrepentida para despedirse de aquellos lugares tan queridos. 

Como siempre que se cansaba, por la noche tuvo fiebre; pero esta vez aquella fiebre significaba el comienzo del trance final. Y en su lecho de muerte daría comienzo —entre otros muchos recuentos— al recuento de sus enfermedades. 

La muerte de Felipe II fue terrible. Fiebres intermitentes le afligieron sin descanso. El, que siempre había sido tan limpio, se podría en su cama. Las llagas invadieron su cuerpo y llegó un momento en que ya no pudo cambiar de postura. La limpieza de las llagas era cada vez más difícil y dolorosa para el enfermo, que llegó a exclamar: "¡Protesto que moriré en el tormento y dígolo para que se entienda!". 

Algunos autores afirma que esta inmovilidad acentuó la podredumbre de las heridas, incluso Robert Watson asegura que la materia de las úlceras de Felipe II era tan purulenta y nauseabunda que llegó a criar gusanos. 

Hoy día no se descarta la posibilidad de que, efectivamente, una mosca pudiera haber depositado sus huevos entre la repugnante mezcla de pus y excrementos que envolvían al Rey Prudente. 

"A los treinta y cinco días de cama trataron de administrarle un caldo de ave con azúcar, que le produjo intolerables cámaras, para cuya evacuación, no pudiendo fácilmente servirse de los vasos de la cama por su inmovilidad, por más que se practicaron aberturas en el colchón, no era fácil limpiar por completo la yacija y tenía que moverle con toallas torcidas, con gran cuidado, pero aún así no era fácil evitar el hedor y las inmundicias en que tenía que estar". El doctor Marañón cree que durante este tiempo, dado el estado de semi-inconsciencia del enfermo, pudo padecer anosmia, por lo que no percibiría el mal olor. 

El cronista Sepúlveda cuenta que Felipe II mandó fabricar su ataúd con los restos de la quilla de un barco desguazado, cuya madera era incorrupta, y pidió que le enterrasen con un hábito de tela holandesa empapada en bálsamo. También dispuso que la caja de su ataúd fuera de cinc y que "se construyera bien apretada para evitar todo mal olor". 

Por fin, en la madrugada del 12 al 13 de septiembre, entró en mortal paroxismo. Antes del amanecer volvió en sí y exclamó: "¡Ya es hora!". Le dieron entonces la cruz y los cirios con los que habían muerto doña Isabel de Portugal y el emperador Carlos. 

Ya no volvió a pronunciar palabra alguna. Murió con la misma gravedad, seriedad, mesura y compostura que tanto guardó en vida. Tenía setenta y dos años de edad.